Un campo de batalla. Kilómetros de tierra desiertos, alimentados sólo de recuerdos, agonías, ilusiones, derrotas y defensas.
Dos frentes enemigos tan alejados el uno del otro que es imposible terminar la guerra.
Cada uno ha decidido dar la espalda, bajar sus armas y vivir desolado, esperando su muerte al haber perdido toda esperanza de llegar a aquél al que planeaban vencer.
La razón es que el objetivo una vez planeado ahora parece imposible de alcanzar, puesto que para llegar a la línea de batalla tendrían que enfrentar esos fantasmas tan terroríficamente silenciados e invisibles, que sin embargo, saben que han invadido ese espacio que los separa de su enemigo.
Y si derrotar al enemigo en un principio no parecía tan difícil, atravesar ese campo plasmado de fantasmas que se inmiscuyen en lo más profundo de sus miedos, haciéndolos resurgir, parece no ser tan fácil.
Uno de ellos decide no morir en vida y, mientras camina a lo largo de ese tan temido camino, observa que si bien podía vencer a sus fantasmas no puede vencer a los fantasmas del otro.
Su enemigo sigue a kilómetros de él, olvidó que la única condición para que haya una batalla es que existan dos frentes.
Sin embargo irónicamente, parece haber derrotado al otro al probar que sólo el más fuerte fue capaz de llegar a esa línea de batalla, enfrentando eso que el otro nunca fue capaz de enfrentar.
Diana